lunes, 11 de abril de 2011

SI TAN SOLO EXISTIERAS: HABÍA UNA VEZ y otros textos.






(desde: <"Si tan solo existieras">
FE
de esas duras como el cristal

HABÍA UNA VEZ



un Dios

al que le gustaba jugar con barro.

Una noche se destapó.
Amaneció resfriado.
Mientras jugaba / sus figurillas, / estornudó.

Con el tiempo sus criaturas aprendieron
el sonido de la espera, el silbido del ya casi.

Se fueron a practicar por abajo de una higuera.

Sus lenguas conocieron el sabor de la sal.
El color del jadeo, sus gargantas.

Después de prácticas muchas y especiosas,
ya expertos en sonidos com-prometedores,
observaron, pensaron entonces, hicieron,
tallaron unas piedras,
nostálgicos volvían a la higuera.

Un día,
concluyeron que el pronunciamiento,
de la greda,
había sido / inefectivo.

Taciturnos fueron donde su Señor:
lo amancebaron.

Éste,
ya recuperado del enfriamiento,
encontró razonable recomenzar todo,
de pronto,
más experto abandonó la greda,
se aburría,
llamó a su prima.

Ésta practicó con ácidos.
Jugó con aminos.
Se embelesó de largas cadenas.
Las vio retorcerse.
Las empaquetaba pegoteadas de encimas,
en graciosas espirales encontradas.

Finalmente se conturbó.

Echó a la basura el laboratorio completo,
de una soplada.
Se aburría.
Se fue a cavilar por otra eternidad.

Algún Dios más viejo jugó.
Con virtualidades cuánticas jugó.
Estaba regresando a su infante destreza.
Las usaba de canicas.

Se enfermó de parkinson.
Dejó caer uno / de sus abalorios.
Explotó.
No lo echó de menos.
Se aburría.
Se fue a dormir una siesta.

Otro Dios, más joven,
espera el avance de alguna teoría.

Está deseoso de existir.

Aún no sabe cómo se las ingeniará.

¿Tal vez, si se encarnara?

Adendum:

Y había otro…

Ah, no. Ese no creía en brujos.


frf
Pero esto es muy diferente


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LOS INMORTALES


No, no existen los inmortales. Salvo que imagines.
Ni más que cuerpo material, inextenso y prepotente.

Todo lo que sucede es irrecuperable, dice el erudito.
Aquello que no acontece,
como la rosa esencial en la mente / recalentada,
sólo perturba su imposible memoria.

¿Por qué habrían de existir ansias que no necesitan?
Palabras que nunca podrán ordenar el caos del vacío.

¿Acaso puede la inmovilidad absoluta ser,
(o la tenue vibración eterna),
más que la pesadilla del incauto mecánico, aún si cuántico,

o todavía, de otro brillante teólogo, la certeza?

¿No es la incierta certidumbre, tan buscada,
más que signos de incasta locura,
o palabras,         la más sutil correspondiente
convicciones,     como mariposa en afecto
en deseos,          que nada pueda perturbar
sugeridos por la lengua finita de los hombres?

Aquello que no tocas     como analogías de rosas
ni dueles                        por la tristeza de los Dioses
pero añoras.                  copetes y filitas.
¿Y revestidos del brillo de la forma?

(La belleza del abatido poeta).

Las nubes son tan estériles,
como la osada visión de la caverna profunda.

Pero ensombra la trascendencia y en ella embriagamos
la ventura incierta, la orquídea de finitiva.


Nada ni nadie nos acompaña, ni rosas ni Rosamarías,
salvo nuestras propias visiones,
y las visiones de nuestros lejanos ancestros,
y las aun cercanas pesadillas de sus antepasados,
en esta vana aventura que no pedimos,
y sin embargo tanto deseamos:

¡Mi reino por un caballo!

La novia perdida nos parece pequeño precio
para tanta posible dulzura,
que nos rebeldiza su insaciable destino:

¿Estás aún ahí?
¿En qué rincón estabas?

Ni siquiera tú, bella y efímera,
como rosa en el crepúsculo tardío,

sí, te traía rosas,       y eran rosas rojas,

pero el rojo ya no va contigo,
no sueñas,
y ya mañana te desapareciste, para entonces,
la fresia no se envanece, si su infante perfume
narcotiza un modo de tu sueño,

ahora que     vendo fresias, tú no sabes de mis gustos,

han pasado tantos,
y a la rosa le tiene sin cuidado
si es, o no es, una de las cuentas del rosario
perfumado, en el cofrecillo del recuerdo,
o aun, en aquél que permanece a la espera
de nuestro consuelo.

¿Acaso la torre, que hiere el horizonte de Londres,
cuando retornas desde la ciudad sabia,
pero no, (maneja con cuidado, no te quedes dormido),
se enorgullece sabiendo que erguiráse,
aun erecta y potente,
cuando tú ya no seas en esa isla presente de perros?

Verdades banales, como la huída del río,
o la inmaterialidad de la sombra,
o tour de turistas y sus cámaras.

Pero las débiles sombras y pusilánimes sueñan
con alguien que las salve.

Alguien debe existir, dicen.

Alguien, o algo, las anime, (o repose), para siempre.

Como si fuera tremendo logro crear seres,
en la mente            porque la palabra no ocupa lugar
dotarlos de mis carencias             poco imaginativo, pero mejor,

–de humanas imposibilidades      <engendrar diosas en humanas>
posibles en el trastorno,               aparear dioses con vírgenes

y lamentar de pronto no ser tan excelsos como los monstruos creídos:

¿no estamos cansados de tanta no estéril actitud de humildes?
(¿aunque, por no estéril, explicas?)

Venid y vamos todos,

¿o sirve para dolidos “poetizar” lo que somos y no seremos?
y planos se glorifican y golosinan la trascendencia.

Tal vez sean bellos significativos los espejismos remedos,
estos poderosos y abiertos a la nada pudines de espanto,
pero no por resplandente, si bien las palabras dotadas,
serán más que la higuera de nuestra orgullosa ignorancia,
no conforme al vacío o al retardo de nuestra vivencia.

Ellos arrastran incautos,                  la cizaña y el susurro
alumbran palabras angélicas,           por falta de simiente
protegen del terror, o el vacío,         en la más dura de las noches
nada me habrá de faltar,

ni la soledad,         de la rosa en el recuerdo anochecido
o el odio,                de los hijos / desheredados por la risa
la fealdad,              los generales organizando sus despojos
o la ignorancia:      la fe carretonera en tan humilde simpatía
que entuertos justifica en la casa de los doctos.

Palabras como patria, divino, rosa, reposo,
murmullo,                  (como susurros suculentos y sucios de limpitos)
horizonte,                  (línea, meta o sacrificio)
ángeles inmortales,    (dioses jibarizados, genios en destierro,
                                  literaturas atroces, metafísica pobretona
                                  y sabia en su oculta ratonera)

nada, todo, atrás, abierto, fresias,

dioses,                la base energúmena del bien y del mal
                          por kilos
o ciertamente, calzoncillos,       que la diferencia hacen y no la hacen
jergas,                tanto y tan soñadas en su ausencia presente al atrape
                          del futuro:
mariposas, viagra, la tenue amada, sus pechos:
en su mejor tremenda cuática al oculte de los rollos.

Toda palabra contiene un cielo infinito.
Y un purgatorio en acecho.

(A ella le carga la penetración salvo preservada).

Ni siquiera el lecho ardoroso nos salva de tanta realidad.

(Lo que más la apestaba era la francesa).

Por eso mujeres se encierran en piedras rituales,
o espejos voceados de rudos comercios,
atractantes como letanías, o cantos marciales,
o toques prohibidos,
(o también aquellos tristemente prolongados).

Y hay varones que en letrinas de regimientos
aplacan miembros jerárquicos, perseguidas por la locura,
para olvidando la amenaza; sabiendo el destino de la lengua
(En camastros o colchonetas o debidos siacasos).

¿Qué hace aquí la mención del poder fertilizante?
Preguntas o al menos piensas obnubilado del marketing.

Alguien podría aclarar la llegada del alba.

¿Acaso no venimos del Padre? nos dicen,
¿o no lo afirman? ¿No sospechan?
¿No más que metáfora expurgada de vida y trascendencia?

Que si así fuera no sería menos ni más que poesía,
como cuando el verbo – dicen también – se hizo carne:
y entonces, ¡con mayor razón! y enajenada,

Ahí está: porque carne se hizo!
Y esa la carne más penetrante; que a eso se reduce,
hasta el fondo de nuestras neuronas:

de allí reciben su programa.

Y así con las vírgenes que ya más tarde
también serán mentadas, o el texto no se completa.

La francesa era          lo que más la apesta, por la fijación
de la infancia, la ironía del presente, el despiade de lo humano
fornicando la riqueza.

¿Y por qué habríamos de vivir inocentes incautos
de nuestro único y cierto camino?

No saberlo sería perfumar,
en tardes soleadas, fresias y más fresias,
que se abran en libros secretos;

una parte inmensa muy mayor que su todo pequeñito.

Y si conocedores ciertos que retornaremos a la profunda,
a la más acogedora y cierta, entre el fuego y la roca,
inventamos consuelos espirituales, rosas sutiles,
¿no sería envidiar aquellos que nunca supieron?

No, no hay inmortales que nos acompañen,
o guíen nuestros yerros.

Solo mitos.

Por eso, no uses palabras de dioses,
no malgastes las dulces letanías de la infancia,
y perfuma,

perfuma como si fueras una fresia,

que sabe que es una fresia que perfuma cuando el sol amanece,
y entibia delicada el ambiente irredento cuando el sol no amanece
y siempre abierta a la nada, / sugieren eligiáticos.

Oh muerte, ¿qué harías si yo no existiera?
Ya no podrías encontrarme.

Un conocimiento profundo que no conoce nada.

Por eso nos cuidamos. Cómo nos protegemos.
Así no te mengüe tu desmesura insaciable.

No nos declaren reos confesos de tu traición a la vida.

Ah bien malamada, no vayas a morirte.

Lo único cierto: Ni de rosas estamos muy seguros:
Salvo que un día ya no las afirmaremos extasiados.

¿Qué otra cosa podrías hacer si fresia no eres?

Ya vino el milenio, y no perpetró nada extraordinario, ni cojonudo,
como la Curia astuta esperaba, ni temerosa siquiera de sus cargos,
a penas fuegos de artificio, para fomentar el rating,

signando el recorrido de la sombra,
y un año antes que llegara,
como confirmando que todo es mortal convención
mera convención del lenguaje decir lo contrario
porque la lengua todo lo puede al interior de la página,
o aseguran poderlo,

y se engañan.

frf

















<Simbolizan>

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